Una tórtola y una lechuza habían hecho una excelente amistad. Cierta mañana, cuando la tórtola fue a visitar a la lechuza, la encontró empaquetando sus cosas con ánimo de marcharse.
-Te marchas?- Preguntó la tórtola, sorprendida.
La lechuza respondió afirmativamente.
-Y a dónde vas?-
-Lo más lejos que pueda- contestó la lechuza. -Trataré de ir hacia el este; en cualquier caso, muy lejos-.
-Pero… por qué amiga mía? Te ocurre algo para que estés tan deprimida?-
-Claro que si. Te diré que me voy. A la gente de por aquí no le gusta nada mi chillido. Unos se ríen de mí; otros me insultan; muchos me desprecian y me amenazan. ¡HO! sí, me iré muy lejos!-
Pero la tórtola, tras pensárselo unos instantes, dijo:
-Quiero que reflexiones conmigo, compañera. Si tienes capacidad para cambiar tu chillido, vete; me parece bien. ¡Adelante! Pero si no puedes hacerlo, entonces qué conseguirás? La gente del este, o de donde fuere, también se sentirá disgustada por el sonido que emites y se comportará igual que la de aquí. Pero para mayores males, habrás viajado inútilmente y, además, es probable que hayas de enfrentarte a grandes dificultades-.
-Como no puedes cambiar tu voz, tienes que cambiar tu visión y tu actitud ante los necios que no te aceptan-.
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