Érase una serpiente boa que vivía en estado de guerra civil. Su cola y su cabeza no se entendían.
– ¿Por qué –exclamaba la cola- yo voy siempre detrás y tú delante? ¿Por qué decides tú sola el camino que seguimos?
La cabeza despreciaba estas jeremiadas y no respondía.
Un día, hacia mediodía, vio una apetitosa rana. Quiso atraparla con un movimiento vivo. Pero la cola estaba sólidamente enrollada alrededor de un árbol, y la rana se escapó por los pelos.
– ¿Te has vuelto loca? -gruñó la cabeza.
– ¡No me moveré hasta que reconozcas mis derecho iguales y yo pueda también avanzar primero y elegir el camino!
Estuvieron discutiendo durante tres días. Intercambiaron muchos insultos y argumentos, que no voy a repetir por decencia. Resumiendo, la cabeza acabó cediendo. La cola se desenrollo, y muy contenta partió a la aventura. Pero, ¡ay!, no tenía ojos y se cayó por el primer barranco que encontró, arrastrando consigo a la cabeza. Las dos perecieron allí abajo.
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