La fiesta reunió a todos los discípulos de Nasrudín. Durante muchas horas comieron y bebieron, y conversaron sobre el origen de las estrellas. Cuando era ya casi de madrugada, todos se prepararon para volver a sus casas.
Quedaba un apetecible plato de dulces sobre la mesa. Nasrudín obligó a sus discípulos a comérselos. Uno de ellos, no obstante, se negó.
-El maestro nos está poniendo a prueba -dijo-, quiere ver si conseguimos controlar nuestros deseos.
-Estás equivocado -respondió Nasrudin-, la mejor manera de dominar un deseo es verlo satisfecho. Prefiero que os quedéis con el dulceen el estómago, que es su verdadero lugar, que en el pensamiento, que debe ser usado para cosas más nobles.