Había un discípulo que llevaba muchos años en busca de la Verdad. La verdad de lo que era la Realidad. Y un día, el alumno le dice al maestro, que él, como discípulo estaba cansado y decepcionado, y que, por favor, le enseñara algo para poder recuperar sus ganas de buscar la Verdad. Entonces, el maestro le dice que muy bien, que le va a dar una gran enseñanza, y pide traer, en medio de la sala, un enorme bidón lleno de agua. El maestro le indica al alumno que, para la enseñanza, debe introducir toda la cabeza dentro del bidón de agua fría, y que él como maestro, le aguantará bien la cabeza dentro del agua durante un rato para que quede bien sumergida.
Empieza la enseñanza y el maestro aguanta con cierta fuerza la cabeza sumergida del alumno. Todo va bien pero al pasar un rato el alumno empieza a querer sacar la cabeza, pero el maestro se la aguanta con más fuerza, no le deja sacar la cabeza, el alumno dentro del agua empieza a ponerse morado. Entonces, el maestro suelta la mano y el discípulo vigorosamente levanta la cabeza del bidón de agua en busca del oxígeno desesperadamente y con gran contundencia.
Entonces, el maestro le dice:
-Si buscarás la Verdad con el mismo ímpetu como buscas el aire, ya la habrías encontrado-.
Cabe decir, que esta historia es muy salvaje y exagerada, pero, a la vez, muy clarificadora. Porque cuando ponemos ejemplos extremos se entienden más y muchas veces nos llegan más adentro. De hecho, conectar con nuestra Presencia y Transparencia Consciente es un acto, un gesto fácil. No hay que poner la cabeza en ningún bidón de agua. Luego, el trabajo está en mantenernos en el tiempo, de ahora en ahora, para que la mente-ego-herramienta no vuelva a querer coger las riendas de vivirnos en la agitación de ideas de pasado y futuro. O sea, que es fácil conectar con la Profundidad que Soy, pero hay que tener la decisión, inquietud y el interés de Vivir desde el Ser, y desde ahí utilizo a la mente instrumental para lo que me convenga.