Los discípulos no podían comprender la manera, aparentemente tan arbitraria, en que a unas personas se las aceptaba y a otras se las rechazaba para el discipulado.

Pero lograron hacerse una idea el día en que oyeron decir al Maestro: “No tratéis de enseñar a un cerdo a cantar, porque perderéis el tiempo y conseguiréis irritar al cerdo”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

You May Also Like

El tesoro de Bat

Nasan era un anciano que vivía feliz en la gran estepa de…

El monasterio y el ajedrez

El joven dijo al abad del monasterio: -Me gustaría mucho ser un…

El anillo

-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerza…

Vivir como las flores

– Maestro, ¿qué debo hacer para no me moleste la manera de…