Cuenta la leyenda que yendo en dirección a Poitiers con su ejército, Juana de Arco encontró -en el medio del camino- un niño que jugaba con tierra y ramas secas.
-¿Qué es lo que haces? -preguntó Juana de Arco.
-¿No ves? -respondió el niño. – Esto es una ciudad.
Muy bien -dijo ella. -Ahora, por favor, sal del medio del camino, que necesito pasar con mis hombres.
El niño se levantó, irritado, y se puso delante de ella.
– Una ciudad no se mueve. Un ejército puede destruirla, pero no se moverá de su lugar.
Sonriendo ante la determinación del muchacho, Juana de Arco le ordenó a su ejército que saliese del camino y que pasase por el costado de la «construcción».
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