Al llegar por fin ante la presencia del maestro, responsable del templo zen, el occidental se inclina ante él.

– ¿No será vegetariano por casualidad?

– Maestro –dice el occidental orgullosamente- tengo el placer de informaros de que no como nunca carne. No apruebo a mis conciudadanos que se alimentan de cadáveres.

Esperaba confiado una observación halagadora o al menos una sonrisa de aprobación por parte del maestro. He aquí un occidental –debía pensar- que se diferencia de sus congéneres.

Después de un tiempo de silencio, el maestro dijo solamente:

– No se aferre a ninguna manera de comer.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

You May Also Like

El general y su reliquia

Un general estaba en su casa revisando su colección de antigüedades, cuando…

El regalo furtivo

Un chico había nacido con una enfermedad que no tenía cura. A…

Frustración

Los discípulos no podían comprender la manera, aparentemente tan arbitraria, en que…

Una fabula un poco fuerte

Si leyeron la anterior entrada eh aqui una posible respuesta para el…