Un joven pastor, que cuidaba un rebaño de ovejas cerca de una villa, alarmó a los habitantes tres o cuatro veces gritando:
—¡El lobo, el lobo!
Pero cuando los vecinos llegaban a ayudarle, se reía viendo sus preocupaciones. Pero el lobo, un día, llegó de verdad. El joven pastor, ahora alarmado él mismo, gritaba lleno de terror:
—¡Por favor, vengan y ayúdenme! ¡El lobo está matando las ovejas!
Pero ya nadie puso atención a sus gritos, y mucho menos pensó en acudir a auxiliarlo. Y el lobo, viendo que no había razón para temer mal alguno, hirió y destrozó a su antojo todo el rebaño.
Moraleja: Al mentiroso nunca se le cree, aun cuando dice la verdad.
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