El tonto duerme…
Todos estáis dormidos, así que todos sois tontos. No os sintáis ofendidos. Las cosas hay que decirlas tal como son. Funcionáis en sueños; por eso vais dando tumbos, seguís haciendo cosas que no queréis hacer. Seguís haciendo cosas que habéis decidido no hacer. Seguís haciendo cosas que sabéis que no están bien y no hacéis cosas que sabéis que están bien.
¿Cómo es posible tal cosa? ¿Por qué no podéis andar derechos? ¿Por qué seguís atrapados en caminos que no conducen a ninguna parte? ¿Por qué seguís extraviándoos?
A un joven con bonita voz le proponen participar en una función teatral, pero él intenta librarse diciendo que siempre pasa vergüenza en ese tipo de ocasiones. Le aseguran que será muy fácil, y que solo tiene que decir una frase: «Vengo a robar un beso y corro al combate. ¡Ah! Oigo un disparo de pistola…», y después abandonar el escenario.
Durante la función, el joven sale a escena, ya muy avergonzado por los cortos y ajustados pantalones coloniales que le han hecho ponerse en el último momento, y queda completamente trastornado al ver a la bella heroína que le espera tendida en una hamaca de jardín, con un vestido blanco. Carraspea y declara: «Vengo a sobar un berro… no, a robar un beso y combo al carrete, digo, corro al combate. ¡Ah! Oigo un pistolo de dispara… no, un esporo de pistilo, un pistado de perola… ¡Mierda, me cago en todos vosotros! ¡Ya os dije que no quería actuar en esta maldita función!»
Eso es lo que está pasando. Examina tu vida. Todo lo que sigues haciendo es tan confuso y confunde tanto… No tienes nada de claridad, no tienes nada: de percepción. No estás alerta. No ves, no oyes… Desde luego, tienes oídos para oír, pero dentro no hay nadie que lo entienda. Desde luego, tienes ojos para ver, pero dentro no hay nadie. Tus ojos siguen viendo y tus oídos siguen escuchando, pero no se comprende nada. Y a cada paso das un tropezón, a cada paso cometes algún error. Y aún sigues creyendo que estás consciente.
Desecha por completo esa idea. Desecharla constituye un gran salto, un gran paso adelante, porque en cuanto abandonas la idea de «estoy consciente» empiezas a buscar y rebuscar maneras y medios para estar consciente. Así pues, lo primero que tienes que meterte en la cabeza es que estás dormido, completamente dormido.
La sicología moderna ha descubierto unas cuantas cosas importantes; aunque solo se han descubierto a nivel intelectual, es un buen comienzo. Si se han descubierto intelectualmente, tarde o temprano también se experimentarán existencialmente.
Freud fue un gran pionero; por supuesto, no era un buda, pero sí un hombre de gran trascendencia, porque fue el primero que consiguió que la mayor parte de la humanidad aceptara la idea de que el hombre tiene un gran subconsciente oculto en su interior. La mente consciente representa solo una décima parte, y la mente subconsciente es nueve veces más grande que la consciente.
Después, su discípulo Jung fue un poco más lejos, un poco más a fondo, y descubrió el subconsciente colectivo. Detrás del subconsciente del individuo hay un subconsciente colectivo. Ahora es preciso que alguien descubra una cosa más que está ahí, y yo tengo la esperanza de que, tarde o temprano, las investigaciones psicológicas en marcha lo descubran: el subconsciente cósmico. Los budas han hablado de él.
Así pues, podemos hablar de la mente consciente: una cosa muy frágil, una parte muy pequeña de nuestro ser. Detrás de la mente consciente está el subconsciente: poco claro, se pueden oír sus susurros pero no los sabes interpretar. Siempre está ahí, detrás de la mente consciente, tirando de sus hilos. En tercer lugar está la mente inconsciente, con la que solo entramos en contacto durante el sueño o cuando tomamos drogas. Y detrás, la mente subconsciente colectiva. Con esta solo entramos en contacto cuando emprendemos una profunda investigación de nuestra mente subconsciente; entonces se encuentra uno con el subconsciente colectivo. Y si seguimos profundizando aún más, se llega al subconsciente cósmico. El subconsciente cósmico es la naturaleza. El subconsciente colectivo es toda la humanidad que ha vivido hasta ahora; forma parte de uno. El inconsciente es un inconsciente individual que la sociedad ha reprimido, sin permitirle expresarse. Por eso llega de noche por la puerta trasera, en los sueños.
Y la mente consciente… La llamaré la mente supuestamente consciente, porque solo es eso. Es tan diminuta… solo un parpadeo, pero aunque solo sea un parpadeo es importante porque contiene la semilla; las semillas siempre son pequeñas. Tiene un gran potencial. Ahora se está abriendo una dimensión totalmente nueva. Así como Freud abrió la dimensión que está debajo de la conciencia, Sri Aurobindo abrió la dimensión que está por encima. Freud y Sri Aurobindo son las dos personas más importantes de esta época. Los dos son intelectuales, ninguno de ellos es una persona despierta, pero los dos han hecho un gran servicio a la humanidad. Nos han hecho intelectualmente conscientes de que no somos tan pequeños como parecemos desde la superficie, de que la superficie oculta grandes profundidades y alturas.
Freud descendió a las profundidades; Sri Aurobindo intentó penetrar en las alturas. Por encima de lo que llamamos nuestra mente consciente está la verdadera mente consciente; solo se alcanza mediante la meditación. Cuando a nuestra mente consciente normal se le añade la meditación, cuando a la mente consciente normal se le suma la meditación se convierte en la verdadera mente consciente.
Más allá de la verdadera mente consciente está la mente superconsciente. Cuando uno medita no ves más que vislumbres momentáneos. La meditación es tantear en la oscuridad. Sí, se abren unas cuantas ventanas, pero se vuelve a caer una y otra vez. La mente superconsciente significa que se ha llegado al shamadi: se ha alcanzado una percepción cristalina, se ha alcanzado una conciencia integrada. Ahora ya no se puede caer abajo; es tuya. Hasta cuando duermes seguirá estando contigo.
Más allá de la mente superconsciente está el superconsciente colectivo. El superconsciente colectivo es lo que las religiones denominan «dios». Y más allá del superconsciente colectivo está el superconsciente cósmico, que sobrepasa incluso a los dioses. Buda lo llama nirvana, Mahavira lo llama kaivalya, los místicos hindúes lo han llamado moksha; tú puedes llamarlo la verdad.
Estos son los nueve estados de existencia. Y tú estás viviendo solo en un pequeño rincón de tu ser: la minúscula mente consciente. Es como si al-guien tuviera un palacio y se hubiera olvidado por completo del palacio y estuviera viviendo en el porche… y pensara que eso es todo lo que hay.
Freud y Sri Aurobindo son dos grandes gigantes intelectuales, pioneros, filósofos, pero los dos están haciendo grandes conjeturas. En lugar de enseñar a los estudiantes la filosofía de Bertrand Russell, Alfred North Whitehead, Martin Heidegger o Jean-Paul Sartre, sería mucho mejor que se les enseñara más sobre Sri Aurobindo, porque es el más grande filósofo de esta era. Pero está totalmente relegado, rechazado por el mundo académico. La razón es que, con solo leer a Sri Aurobindo, te das cuenta de que estás inconsciente. Y él no es un buda todavía, pero aun así es capaz de crear una situación muy embarazosa para ti. Si tiene razón, ¿qué estás haciendo? ¿Por qué no estás explorando las alturas de tu ser?
Freud fue aceptado con gran resistencia, pero al final fue aceptado. Sri Aurobindo todavía no ha sido aceptado. De hecho, ni siquiera encuentra oposición; simplemente, no se le hace ningún caso. Y la razón está clara. Freud habla de algo que está por debajo de nosotros, y eso no resulta tan embarazoso; uno se puede sentir bien sabiendo que está consciente y que debajo de la conciencia hay un subconsciente y un inconsciente y un subconsciente colectivo. Pero todos esos estados están por debajo de ti, tú estás en lo alto, te puedes sentir muy bien. En cambio, si estudias a Sri Aurobindo te sentirás avergonzado, ofendido, porque existen estados por encima de ti, y el ego humano nunca quiere aceptar que exista algo por encima de él. El hombre quiere creer que es el pináculo más alto, la culminación, el Gourishankar, el Everest… que no existe nada por encima de él.
Y uno se siente muy a gusto. Negando tu propio reino, negando tus propias alturas, te sientes muy bien. Fíjate qué tontería.
Buda tiene razón cuando dice:
El tonto duerme como si ya estuviera muerto, pero el maestro
está despierto y vive eternamente.
La conciencia es eterna, no conoce la muerte. Solo la inconsciencia muere. Así pues, si sigues inconsciente, dormido, tendrás que morir otra vez. Si quieres librarte de todo este sufrimiento de nacer y morir una y otra vez, si quieres librarte de la rueda del nacimiento y la muerte, tienes que llegar a estar absolutamente alerta. Tienes que subir cada vez más a las alturas de la conciencia.
Y estas cosas no se pueden aceptar en el terreno intelectual; estas cosas tienen que experimentarse, estas cosas tienen que ser existenciales. No te estoy diciendo que te convenzas filosóficamente, porque la convicción filosófica no aporta nada, ninguna cosecha. La verdadera cosecha solo se obtiene cuando haces un gran esfuerzo por despertarte.
Pero estos mapas intelectuales pueden generar en ti un deseo, un anhelo. Pueden hacerte consciente del potencial, de lo posible; pueden hacerte consciente de que no eres lo que pareces ser; De que eres mucho más. «‘.
El tonto duerme como si ya estuviera muerto, pero el maestro está despierto y vive eternamente. Está vigilante. Tiene claridad.
Simples y bellas afirmaciones. La verdad es siempre simple y siempre bella. Solo hay que ver lo simples que son estas dos afirmaciones… pero lo mucho que contienen. Mundos dentro de mundos, mundos infinitos. Está vigilante. Tiene claridad:
Lo único que hay que aprender es a estar vigilante. ¡Vigila! Vigila todas tus acciones. Vigila todos los pensamientos que pasan por tu mente. Vigila todos los deseos que se apoderan de ti. Vigila incluso los pequeños gestos: andar, hablar, comer, tomar un baño. Sigue vigilándolo todo. Deja que todo se convierta en una oportunidad para vigilar.
No comas mecánicamente, no te limites a engullir. Mantente muy alerta. Mastica bien y no dejes de estar alerta… y te sorprenderá lo mucho que te has perdido hasta ahora, porque cada bocado te proporcionará una enorme satisfacción. Si comes vigilantemente, la comida será más sabrosa. Incluso la comida vulgar sabe bien si estás alerta; y si no lo estás, ya puedes comer la comida más sabrosa, que no tendrá sabor porque no hay nadie que lo advierta. Simplemente, seguirás engullendo. Come despacio, con atención; cada bocado hay que masticarlo y saborearlo.
Huele, toca, siente la brisa y los rayos de sol. Mira la luna conviértete en un estanque callado y, vigilante, y la luna se reflejará en ti con enorme belleza.
Muévete por la vida manteniéndote en constante vigilancia. Se te olvidará una y otra vez. No te atormentes por ello; es natural. Durante millones de vidas, nunca has intentado estar alerta, así que es lógico y natural que te olvides una y otra vez. Pero en cuanto te acuerdes, vuelve a vigilar.
Recuerda una cosa: cuando recuerdes que te has olvidado de vigilar, no te pongas triste, no te arrepientas; si lo haces, estarás perdiendo el tiempo otra vez. No te sientas miserable: «Me he vuelto a perder.» No empieces a sentir «soy un pecador». No empieces a condenarte, porque eso es una pura pérdida de tiempo. ¡Nunca te arrepientas del pasado! Vive en el momento. Si te has olvidado, ¿qué más da? Era natural. Se ha convertido en un hábito y los hábitos son difíciles de extirpar. Y no se trata de hábitos adquiridos en una sola vida; son hábitos asimilados durante millones de vidas. Así pues, si eres capaz de mantenerte alerta aunque solo sea unos minutos, puedes estar agradecido. Incluso esos pocos minutos son más de lo que cabía esperar.
Está vigilante. Tiene claridad.
Y cuando vigilas, surge la claridad.
¿Por qué surge claridad de la vigilancia? Porque cuanto más alerta estás, más disminuyen todas tus prisas. Te mueves con más gracia. Cuando estás alerta, tu mente parlanchina parlotea menos, porque la energía que se dedicaba a parlotear se dedica a la vigilancia y se convierte en vigilancia. ¡Es la misma energía! A partir de ahí, cada vez es más la energía que se transforma en vigilancia, y la mente no recibe su ración. Los pensamientos empiezan a adelgazar, empiezan a perder peso. Poco a poco empezarán a morir. Y cuando los pensamientos empiezan a morir, surge la claridad. Ahora tu mente se transforma en un espejo.
¡Qué feliz es! Y cuando uno tiene claridad, uno es bienaventurado. La confusión es la causa de todo sufrimiento; la claridad es la base de la felicidad. ¡Qué feliz es! Porque ve que estar despierto es vivir.
Y ahora sabe que no existe la muerte, porque su estado despierto no se puede destruir. Cuando llegue la muerte, también la vigilarás. Morirás vigilando; la vigilancia no morirá. Tu cuerpo desaparecerá, el polvo al polvo, pero tu vigilancia quedará. Se convertirá en parte de la totalidad cósmica. Se convertirá en conciencia cósmica.
En estos momentos, los profetas de los Upanishads declaran <<Aham brahmasmi», «soy la conciencia cósmica». En estos espacios es donde al-Hillaj Mansoor proclamó <<Ana’l haq», «yo soy la verdad». Estas son las alturas, a las que tienes derecho por nacimiento. Si no llegas a ellas, el único responsable eres tú, y nadie más.
¡Qué feliz es! Porque ve que estar despierto es vivir.
Qué feliz es, siguiendo el camino de los despiertos.
Con gran perseverancia medita, buscando la libertad y la felicidad.
Escucha con mucha atención estas palabras: Con gran perseverancia… A menos que pongas todo tu esfuerzo en despertarte, no ocurrirá. Los esfuerzos parciales son inútiles. No se puede ser una cosa a medias, no se puede ser tibio eso no servirá de nada. El agua tibia no puede evaporarse, y los esfuerzos tibios por estar alerta están condenados al fracaso.
La transformación solamente ocurre cuando pones toda tu energía en ello. Cuando hierves a cien grados, entonces te evaporas, entonces se produce el cambio alquímico. Entonces empiezas a ascender. ¿No lo has observado? El agua fluye hacia abajo, pero el vapor asciende a lo alto. Aquí ocurre exactamente lo mismo: la inconsciencia va hacia abajo, la conciencia va hacia arriba.
Y una cosa más: hacia arriba es sinónimo de hacia dentro, y hacia abajo es sinónimo de hacia fuera. La conciencia va hacia dentro, la inconsciencia va hacia fuera. La inconsciencia hace que te intereses en lo otro: otras cosas, otras personas, pero siempre otros. La inconsciencia te mantiene en una completa oscuridad, tus ojos siguen enfocando otras cosas. Crea una especie de exterioridad, te hace extravertido. La conciencia crea interioridad, te hace introvertido, te lleva hacia dentro, cada vez a mayor profundidad.
Y más profundidad significa también más altura; las dos crecen a la vez, como crecen los árboles. Tu solo los ves creciendo hacia arriba, no ves las raíces que crecen hacia abajo. Pero primero las raíces tienen que crecer hacia abajo, solo entonces puede el árbol crecer hacia arriba. Si un árbol quiere llegar hasta el cielo, tendrá que enviar raíces hasta el fondo mismo, a la mayor profundidad posible. El árbol crece simultáneamente en las dos direcciones. Exactamente del mismo modo crece la conciencia. Hacia arriba… hacia abajo, hundiendo sus raíces en tu ser.
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