Si quieres obtener el máximo beneficio de cualquier situación, tienes que estar totalmente comprometido. Esto te dará la llave: Bodhidharma se iluminó en la India y buscó un discípulo, pero no pudo hallar ninguno. Entonces tuvo que ir a China… El tenía la llave. Estaba envejeciendo y no podía encontrar un sucesor adecuado… Durante nueve años esperó en una cueva, solamente esperó… mirando la pared. Estaba creando una gran fuerza magnética. Estaba intentando llamar a aquél que sería capaz de seguir adelante con su tradición. Y había dicho: `Cuando llegue la persona adecuada, sólo entonces la enfrentaré. De no ser así, continuaré mirando mi pared`. Entonces, un día llegó la persona adecuada. Se paró detrás de él… Este hombre, que había llegado, no dijo nada. Sólo esperó, esperó pacientemente… y se encontraron dos silencios. Y luego, al día siguiente, temprano por la mañana, el recién llegado cortó de raíz una de sus manos, se la presentó a Bodhidharma y dijo:  `Vuélvete hacia mí o lo próximo que cortaré será mi cabeza!` Bodhidharma se volvió inmediatamente. Tenía que volverse. Durante nueve años no había mirado a nadie. Dijo: `Entonces, has venido… porque un discípulo es sólo aquel que está dispuesto a entregar su cabeza.

Estos son relatos simbólicos. La mano significa: `Te doy mi acción a ti, úsame`. La mano significa: `Estoy listo para convertirme en tu mensajero. Llevaré cualquier cosa que desees llevar. Me darás cualquier cosa que hayas venido a darme`. La mano sencillamente significa: `Mi acción, a partir de este momento, es tuya. No seré un hacedor por mi propia cuenta. Ahora solamente haré lo que tú me digas. Esta es mi mano`. No se trata de que haya realmente cortado su mano de raíz. Eso habría sido estúpido. Y luego dijo: `Vuélvete hacia mí o cortaré mi cabeza!… ésto es entrega. Bodhidharma se volvió, miró al interior de los ojos de este hombre, y la clave fue transferida. No se habló una sola palabra, no era necesario. Se convirtió en el sucesor. El Zen ha permanecido como una tradición viva. La Sabiduría de las Arenas
Vol. 2, pp. 148-150

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