Cuentan que hace muchos años había en la India dos jóvenes que eran grandes amigos. Trabajaban en una pequeña aldea y decidieron ir a pasar unos días a la ciudad. Cuando llegaron a ella, comenzaron a caminar por las calles populosas, llenas de actividad y gentes bulliciosas. Y así fue que llegaron a una gran calle donde se encontraba un conocido burdel que estaba frente a la casa de un hombre santo muy famoso. Uno de los amigos decidió pasar unas horas en el burdel, bebiendo y disfrutando de las bellas prostitutas, en tanto que el otro optó por pasar ese tiempo en el santuario, escuchando al maestro que hablaba sobre la conquista interior. Cuando había pasado un buen rato:
El joven que estaba en el burdel comenzó a lamentar no estar escuchando al maestro en el santuario, en tanto que el otro amigo, por el contrario, en lugar de estar atento a las enseñanzas que estaba oyendo, estaba fantaseando con los placeres del burdel y reprochándose a sí mismo lo necio que había sido por no elegir la diversión. De este modo, el hombre que estaba en el burdel obtuvo los mismos méritos que si hubiera estado en el santuario, y el que estaba en el santuario acumuló tantos deméritos como si hubiera estado en el burdel. Mientras tanto el maestro seguía hablando del valor de vivir el momento presente con todo el ser y el corazón y decía: -No basta con estar físicamente presente, ni con hacer los gestos o decir las palabras de forma mecánica. Precediendo a los actos, está la actitud interior, la conciencia del acto y sus consecuencias. En la actitud interior, en la conciencia del acto se encierra su auténtico valor. Pero el discípulo, perdido en sus fantasías, no lo escuchaba.

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