Un hombre que se sentía orgullosísimo del césped de su jardín se encontró un buen día con que en dicho césped crecía una gran cantidad de «dientes de león». Y aunque trató por todos los medios de librarse de ellos, no pudo impedir que se convirtieran en una auténtica plaga.

Al fin escribió al ministerio de Agricultura, refiriendo todos los intentos que había hecho, y concluía la carta preguntando: «¿Qué puedo hacer?». Al poco tiempo llegó la respuesta: «Le sugerimos que aprenda a amarlos».

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

You May Also Like

Los siete tarros de oro

Al pasar un barbero bajo un árbol embrujado, oyó una voz que…

Buscando la llave

Muy tarde por la noche Nasrudin se encuentra dando vueltas alrededor de…

El tesoro de Bat

Nasan era un anciano que vivía feliz en la gran estepa de…

Todo está bien

En el pueblo donde vivía el maestro Haukin, una joven se quedó…